lunes, 18 de marzo de 2013

A Cristo coronad

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Escrita por el poeta Mattew Bridges, sobre la base del pasaje bíblico Apocalipsis 19:12, el himno ratifica la pronta venida triunfal de nuestro Señor Jesucristo a la tierra. Un tema que conmueve a la comunidad cristiana mundial.

Escrita en 1851, por el poeta in­glés Matthew Bridges, la alabanza cristia­na “A Cristo coronad” es una de las más emblemáticas de la comunidad evangéli­ca mundial debido a que ratifica el regre­so triunfal de nuestro Señor Jesucristo a la tierra. Dicha revelación, incluida en el libro del Apocalipsis, es la esencia principal de este canto centenario que cuenta con un sinfín de versiones que resuenan alrededor del planeta en el presente y dan cuenta de la pronta venida del Rey de reyes y Señor de señores.


Bridges, nacido en la ciudad ingle­sa de Maldon el 14 de julio de 1800, estu­vo ligado desde el inicio de su vida a los caminos del Creador. Hijo menor de John Bridges, y hermano del reverendo Charles Bridges, fue educado dentro del seno de la Iglesia Protestante de Inglaterra y alrede­dor de un ambiente de sólida fe. Inició su carrera literaria con la publicación de un poema, llamado “Jerusalén recuperado”, en 1825, y posteriormente en 1828 sacó a la luz un libro titulado “El Imperio Romano bajo Constantino el Grande”.

TRABAJO LITERARIO

Los versos originales de “A Cristo coronad”, aparecidos luego de la irrupción del “Movi­miento de Oxford”, que impulsó en el Rei­no Unido la recuperación de las tradiciones religiosas más antiguas, fueron escritos por Bridges sobre la base del pasaje bíblico Apo­calipsis 19:12. Más tarde, en 1852 cuando se completaba el primer tramo del extenso rei­nado de la reina Victoria de más de sesenta años, fueron incluidos en un volumen de poemas sobre “La Pasión de Jesús”, con el título primigenio de “La Canción de los Se­rafines”.

Tras alcanzar renombre y repercusión en las islas británicas, en 1874, el himno de Bridges fue reescrito por el presbítero angli­cano Godfrey Thring, quien según diversas versiones históricas lo combinó con estro­fas de su autoría con la intención de darle un mayor valor espiritual. De este modo, y en opinión de los musicólogos cristianos, lo que se tiene en la actualidad en la mayoría de los himnarios evangélicos es una perfec­ta combinación de la labor de ambos hom­bres de fe.

El poeta inglés, además, escribió varios himnos de amplio uso en Gran Bretaña, ta­les como “He aquí el Cordero”, “Dios mío, acepta mi corazón el día de hoy”, “En la tumba de Lázaro”, “Ejércitos de Dios en unión”, y otros más de vasto éxito en el con­tinente europeo que ahora se encuentran incluidos en varias colecciones americanas debido a la obra recopiladora del reverendo norteamericano Henry Ward Beecher. Asi­mismo, Bridges durante sus noventa y cua­tro años de vida también realizó una serie de trabajos en prosa.


El organista y compositor británico Geor­ge Job Elvey fue quien compuso la melodía con la que se suele cantar esta oda creada en honor a Dios. Graduado en música en Oxford, Elbey afirmaba que los himnos con­gregacionales debían contar con un ritmo especial y adecuado. Igual que las vidas de­dicadas a Dios, como la de Matthew Bridges, quien luego de residir durante muchos años en Canadá dejó de existir el 6 de octubre de 1894 tras una notable vida entregada al Al­tísimo que se vio coronada por la obra “A Cristo coronad”

A CRISTO CORONAD

A Cristo coronad,
Divino Salvador.
Sentado en alta majestad,
es digno de loor.
Al rey de gloria y paz,
loores tributad,
y bendecid al inmortal
por toda eternidad.

A Cristo coronad.
Señor de vida y luz;
con alabanzas proclamad,
los triunfos de la cruz.
A él sólo adorad,
Señor de salvación;
loor eterno tributad,
de todo corazón.

A Cristo coronad,
pues grande es su poder.
Sus santos todos entonad,
canciones de loor.
Es Rey de vida y paz, por la eternidad.
Su vida dio y nos salvó;
su nombre venerad.

A Cristo coronad,
Señor de nuestro amor,
al Rey triunfante celebrad,
Glorioso vencedor;
potente Rey de paz,
el triunfo consumó,
y por su muerte de dolor,
su gran amor mostró.



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